(Di)Vagando con Mura

jueves, 23 de mayo de 2013

Pelotas de plomo

Media hora pasado el mediodía, hace calor un 15 de febrero. Un fuerte ¡Crac! Se escucha en la ciudad de las diagonales. El inconfundible sonido del plomo partiendo el hueso sale del pecho de Omar Cigarán. A poco más de 20 cuadras de la plaza donde jugaba sus picaditos de fúbol, no pudo gambetear esa pelota de plomo que le tiró el sargento Diego Flores, un oficial de la bonaerense. No era el mejor lugar para un partido, plena avenida 122 y calle 43, que conecta el barrio Hipódromo con Ensenada, es una esquina muy transitada, pero él no eligió la cancha.
Tampoco eligió jugar con policías, 16 veces denunció hostigamiento policial, hasta presentó un habeas corpus. La cosa es que a los muchachos de la 2da de la Plata les gustaba jugar con él, como a todos los de las comisarías, es difícil decirles que no y el referí parecía comprado.
Antes de que le hicieran ful por última vez había jugado a otras cosas. A sus 12, 5 años atrás, jugaba con camioncitos hechos de madera, eran otras las reglas de los Encuentros en Cartón Madera y Algo Más en donde expuso su volquete hecho con madera de pallet pintada. Era un deporte completamente distinto el fútbol que jugaba en la plaza San Martín con otros pibes como él, curtidos por la calle, pero aunados por los militantes de la Asamblea por la Niñez que organizaban olla popular y unos buenos picaditos para darles motivo para que aflojaran con la bolsa.
Omar no es el único jugador al que le terminan su vida antes que el partido, no es un caso aislado el referí comprado y jugadores, que cambian el cuero por el plomo. La excusa para terminar el juego fue un robo frustrado, un arma que Omar nunca gatilló, un cómplice que nadie vio. Los pibes del conurbano están acostumbrados a que sea así y cada tanto a alguno le hacen una infracción que los saca, para siempre, del juego, sin que para nadie haya tarjeta roja.

Fuentes